Nuestra Señora la Santísima Virgen del Carmen Coronada del Carmen y de las Benditas
Miguel López Alcázar
Ánimas del Purgatorio de Beniaján
Estudiante de Historia del Arte en la UMU

Llega el mes de julio a Beniaján. Esta pedanía murciana se engalana para festejar a su Patrona, la Santísima Virgen del Carmen; una tradición que se remonta a la llegada de la Orden de los Carmelitas a la ciudad de Murcia en el siglo XVI, los cuales difundieron su advocación mariana por la Huerta de Murcia, iniciando el camino en Beniaján. En el siglo XVIII llegaría a la población el grupo de Nuestra Señora la Santísima Virgen del Carmen y de las Benditas Ánimas del Purgatorio, obra atribuida al escultor marsellés Antonio Dupar aunque durante más de dos centurias se vino adjudicando al imaginero Francisco Salzillo y Alcaraz, máximo exponente de la escultura barroca dieciochesca. Desgraciadamente, la iglesia de San Juan Bautista (donde se hallaba el santuario de la Virgen) fue incendiada y saqueada por la turba en el verano de 1936; perdiéndose esta joya de notable calidad artística, querida a lo largo y ancho de la huerta murciana.

Lo único que quedó en pie del antiguo templo de San Juan Bautista tras la Guerra Civil fue la capilla-santuario de Nuestra Señora del Carmen, por lo que a partir de 1939 todo el pueblo de Beniaján se puso manos a la obra para reconstruir el templo y restablecer el culto a su Patrona. El artista encargado de reponer la imaginería destruida fue nuestro insigne escultor José María Sánchez Lozano, quien gubia en primer lugar una talla del Sagrado Corazón de Jesús inspirado en el desaparecido de Sánchez Araciel (ca. 1940), y otra de San Antonio (1943); seguida de San Juan Evangelista, La Dolorosa y Nuestro Padre Jesús Nazareno (1954). Posteriormente, tras el éxito obtenido con los trabajos de reconstrucción del conjunto de la Virgen del Carmen, entregó La Samaritana (1958) y La Verónica (1963).

Centrándome en el conjunto de la Virgen del Carmen de Beniaján, hace alusión al título de la Reina del Monte Carmelo de “Abogada de las Ánimas del Purgatorio”. En él se representa a María portando en su mano derecha el escapulario carmelita, flotando en una nube plateada por la que se asoman cabezas de querubines; en actitud de abogar por un grupo de ánimas que imploran la Salvación, completando el grupo el Niño Jesús en brazos de su Madre sosteniendo otro escapulario de la orden religiosa y una pareja de ángeles rescatando a dos ánimas. Lo novedoso es que, si mis cálculos no fallan, estamos ante una de las primeras representaciones escultóricas de esta temática. La labor de Sánchez Lozano fue la reconstrucción del mismo. Para ello contó con la ayuda del artista local José Ortiz, autor de la base del grupo emulando el fuego eterno. El trabajo destacó por su complejidad al tratarse de una sublime obra de grandes dimensiones en cuanto a altura, ya que ésta se aproxima a los cuatro metros. El imaginero alicantino afincado en Murcia concibió una lograda réplica de la Virgen del Carmen de Dupar reutilizando los fragmentos de las piezas destruidas. La cabeza de la antigua escultura mariana, debido al avanzado estado de deterioro que presentaba, fue colocada en una urna acristalada en la capilla-santuario; por lo que José María Sánchez Lozano gubió una nueva cabeza de la Virgen tomando de modelo a la que he citado del siglo XVIII, aunque otorgándole el toque personal que todos los que conocemos su obra percibimos.

El grupo reconstruido fue trasladado desde el Monasterio del Corpus Christi (Agustinas) hasta el Palacio Episcopal en la tarde del 12 de julio del año 1956. En el patio de éste fue bendecido por Mons. Ramón Sanahuja y Marcé (Obispo de Cartagena), el cual optó por conceder cien días de indulgencia a todo aquel que rezase ante la Virgen una vez que fuera entronizada en su capilla. Al término del acto, se disparó una traca y el pueblo beniajarense reanudó la marcha hacia la pedanía portando a hombros a su Madre.
Para concluir, sin menospreciar ninguna obra, aunque Sánchez Lozano ejecutó varias imágenes de la Virgen del Carmen a lo largo de su trayectoria como escultor (Dolores de Pacheco, Mula, Águilas, Murcia, San Fulgencio, San Miguel de Salinas, Cox), con la Patrona de Beniaján obtuvo un gran reconocimiento e incluso me atrevería a decir que es una de las tantas obras que lo consagrarían como máximo exponente de la estética neobarroca levantina del siglo XX; siendo actualmente uno de los trabajos claves para el estudio de su amplio catálogo (aún incompleto).
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