HISTORIA Y DEVOCIÓN: Divino Niño Jesús del Balate

El Niño de Mula

Lorenzo Tomás – Dr. Arquitecto e Historiador del Arte
Hijo y nieto de muleños

Cada 8 de septiembre, a las 17:45 horas, una inmensa multitud venida de toda la comarca del Río Mula (y de toda la Región) se agolpa a las puertas de una pequeña ermita situada en el paraje del Balate. Ha llegado el momento más esperado del año, el Divino Niño Jesús de Belén, el “Niñico de Mula”, sale al encuentro de sus fieles que, entre vítores y lágrimas de emoción, lo acompañarán en su camino hacia Mula, donde una ciudad entregada le espera…

© FcoNortes

Para entender esta enorme devoción debemos viajar a mediados del siglo XVII, concretamente a 1648, un año muy difícil para la ciudad de Mula, asolada como el resto del país por epidemias de peste bubónica con resultado de miles de muertos. Dicha circunstancia provocó que algunas familias pudientes, que tenían propiedades en las afueras, se refugiaran en ellas para evitar perecer por la enfermedad. Esto sucedió con la familia Botía que se trasladó al paraje conocido como El Balate (que viene del árabe Albalat que significa camino o acequia) a 3 km de Mula. Fue allí donde el pequeño de los Botía, de nombre Pedro, pastor de profesión, solía dirigir al cielo su oración pidiendo a Dios que remitieran las penurias que asolaban a sus vecinos y que le habían dejado huérfano. Fue el 21 de septiembre, mientras pastoreaba su rebaño, cuando sus plegarias tuvieron respuesta mediante la aparición del Niño Jesús que, vestido de Nazareno y con una Cruz en la mano, le preguntó “¿Por qué estas triste?” a lo que el joven pastor respondió “porque mis padres y hermanos han muerto en la epidemia de peste, quedándome solo y desamparado”. Pedro preguntó entonces al Niño que quién era, y este le respondió que era el Niño de Belén y alargándole la Cruz, le dijo, “Toma mi Cruz y sígueme”. El joven pastor le preguntó de nuevo donde habitaba a lo que el Divino Niño Jesús respondió: “Yo vivo y moro en mi Eterno Padre” y desapareció.

©FcoNortes

Pedro, que por aquel entonces contaba con 15 años, probablemente por miedo a no ser creído no contó nada de esto a nadie hasta pasados unos años, pero su vida cambió, consagrándose a Dios e ingresando en el Convento Franciscano de Orihuela con el nombre de Pedro de Jesús. No fue la última vez que el Niño de Belén se le apareció, pues años después, estando en Asís, sintió de nuevo su presencia pidiéndole regresar a tu tierra natal para fundar el Convento de la Encarnación. Así lo hizo, favorecido por la protección de Don Juan de Austria (llegó a ser su asistente espiritual). Mientras tanto, su familia construía una pequeña ermita en el lugar donde el Niño se le había aparecido dando lugar a un núcleo de población en torno a la misma bajo el nombre de El Niño de Mula. Los primeros devotos fueron favorecidos por la presencia de Fray Pedro en el Convento de la Encarnación pero la perdida de la imagen, parece que en el incendio del Alcázar Real donde fue enviado para la entronización de los Borbones, y el fallecimiento de Pedro en 1717, hizo decaer el número de peregrinos hasta que un grupo de muleños, en 1733, constituyeron la Cofradía lo que contribuyó a que la imagen del Niño se convirtiera en el epicentro de la fe y devoción de toda la comarca.

El Niño en su romería © FcoNortes

Unas décadas después, en 1780, la Cofradía encargó la construcción, sobre la antigua ermita, del actual santuario de estilo barroco con planta de cruz latina y nave central cubierta con bóveda de medio cañón sobre luneto. Destaca, entre las dos torres que enmarcan la fachada la vidriera que ilumina el coro (realizado en 1852) así como el rosetón central en tonos dorados y azules que impregnan el pequeño templo de una luz indirecta que no hace más que reforzar la presencia del altar mayor, en cuyo camarín aparece majestuosa la imagen del niño, obra del escultor valenciano José María Ponsoda, restaurada el pasado agosto en el taller del jumillano Mariano Espiteri, recuperando su policromía original.

Triunfal recibimiento en Archena, agosto 2019, tras su restauración
El Niño en su Procesión ©FcoNortes

Volvamos pues al 8 de septiembre, cuando el Divino Niño Jesús del Balate abandona su ermita y es acompañado por muleños y peregrinos venidos de toda la Región que cada año cumplen con la tradición de acompañar a “su Niñico” entre vítores, aroma de alábegas y el olor de la pólvora, pues cuando el Niño, al caer la tarde, llega al barrio de San Felipe, para ser recibido por las autoridades, son muchas las tracas que truenan para celebrar que el Niño de Mula ha llegado a su ciudad entre la algarabía de sus fieles y el sonido de la Agrupación Musical Muleña, que lo acompaña por la calles del municipio, bajo una lluvia de pétalos y globos de colores hasta ser recogido en un abarrotado Monasterio de la Encarnación, en cuya iglesia resuena con fuerza el “¡Viva el Niño Jesús de Mula! ¡Viva!” mientras que la imagen es elevada al altar ante el fervor de los fieles y el tronar de la banda y los aplausos. Allí permanece hasta el 11 de septiembre, día en el que es trasladado hasta la parroquia de Santo Domingo de Guzmán, donde se lleva a cabo el tradicional novenario para, tras recibir la noche del 20 a miles de peregrinos que acuden a venerarlo, el 21 de septiembre sale en Procesión, esta vez ya no protegido por una urna sino sobre trono en el que se muestra el momento de la aparición al joven Pedro. Tras recorrer las abarrotadas calles de Mula, vuelve al Monasterio de la Encarnación, en donde pasa la noche para a la mañana siguiente, a las 9 de la mañana, regresar en Romería a su ermita entre un ambiente festivo, familiar, pero también de melancolía pues hasta que el siguiente verano llegue a su fin los muleños no podrán recibir la visita de su querido Niño. Es entonces cuando las lágrimas se mezclan con los vítores que resuenan con más fuerza, pues no hay muleño al que no se le quiebre el alma al cantar el precioso himno que comienza así: “Tenemos el orgullo los muleños, saber que en nuestra tierra el mismo Dios, del cielo descendió a su Balate y sus divinas plantas imprimió. Divino, bendito tu eres, invencible, tiene tu cara un encanto sin igual, baja otra vez del cielo a nuestra patria y dale al mundo el beso de la Paz. A cambio del amor que te tenemos, bendice a cuantos vienen a tus pies, bendice sobre todo a los muleños que tanto quieren al Niño de Belén, que tanto y tanto quieren al Niño de Belén…” permítanme la licencia de acordarme de mi abuela, muleña de pro y devota de su Niñico, que a este que ya no es tan niño cantaba con emoción esta linda melodía…

¡Viva el Niño Jesús de Mula!


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