Stmo. Cristo Amarrado a la Columna. El Cristo de los Jumillanos

Hablar del Cristo Amarrado a la Columna es hablar de una obra cumbre de la imaginería barroca, es hablar de Salzillo es su máximo esplendor. No en vano, se trata de una imagen que la congregación de los Franciscanos encargan al imaginero murciano en el año 1756, para dar culto en el Monasterio de Santa Ana, coincidiendo en su taller con algunas de las más brillantes obras de su extensa producción como el paso de la Oración del Huerto de la Cofradía murciana de Nuestro Padre Jesús, en lo que se ha venido en llamar por los historiadores como la época de plenitud del insigne imaginero. La belleza de la imagen (restaurada recientemente) está fuera de toda discusión, pero para los Jumillanos no es solo una magnífica obra de arte que forma parte de su extenso patrimonio vinculado a su Semana Santa, que este año ha recibido el honor de ser declarada de interés turístico internacional. El Santísimo Cristo Amarrado a la Columna, popularmente conocido como “el Amarrao” o “el Cristo”, es el culmen de la fe y la devoción de un pueblo que dirige sus plegarias al monasterio franciscano y que una vez al año recibe la visita de su Patrón (honorífico pues la patrona de Jumilla es Nuestra Señora de la Asunción) coincidiendo con la Semana de Pasión y Gloria.

Traslado extraordinario tras su restauración
Diciembre 2019

Como decíamos, la imagen del Cristo permanece en el convento Franciscano de Santa Ana del Monte donde recibe culto hasta que, en Domingo de Ramos, se produce el traslado al municipio siendo recibido en la Ermita de San Agustín para su posterior traslado, acompañado por la banda de tambores de “los armaos”, hasta la Parroquia Mayor de Santiago donde permanece hasta el día siguiente donde es conducido por los hermanos de la Cofradía acompañados por una multitud de niños hasta la sede de la hermandad en la Calle Barón del Solar. Allí permanece recibiendo culto hasta la noche de Jueves Santo, momento cumbre de la estancia del Cristo en Jumilla cuando, tras el desfile de “las manolas”,  una multitud se agolpa a las puertas de la sede para ver salir al “Cristo de los Jumillanos” a hombros de los anderos (que es como en jumilla se denomina al portapasos o estante)  para participar en la procesión de la Amargura (desde al año 1851 participa la imagen en la Semana Santa Jumillana). El Cristo, que ha realizado todo el trayecto desde Santa Ana sobre unas sencillas andas de madera, se incorpora a un trono de madera dorada obra del imaginero jumillano D. Mariano Espiteri, dorado con pan de oro por Don Manuel Ángel Lorente de Rincón de Seca, acompañado de dos sayones obra de los imagineros valencianos Román y Salvador (año 1941) que sustituyeron a unos previos destruidos durante la guerra civil. A lo largo del recorrido por las calles del municipio es acompañado por un buen número de nazarenos con unas túnicas únicas en toda la Semana Santa jumillana (y del resto de la Región) que conservan el corte tradicional muy diferente a las habituales (de una pieza y sin capa), de terciopelo morado, fajín o cíngulo de raso negro y capuz bordado en hilo de oro siendo las de andero de sarga morada. A la imagen se incorpora asimismo unas potencias en oro y piedras preciosas (de 1956) obra de los orfebres Masnera y Carreras. Momentos vibrantes son la entrada y salida de la sede, con el himno nacional y el toque de los armaos conocido como “la palillera” que inicia el tradicional desfile por las calles de Jumilla de camino a la salida de la procesión en los aledaños de la Iglesia de Santa María y al finalizar de regreso a la sede acompañado por la banda de música y los armaos.

Tras la noche de Jueves Santo amanece en Jumilla el día grande de su Semana Santa, el Viernes Santo, con la presencia del Cristo en la procesión de la Amargura, está será la última vez que los jumillanos puedan ver a su Cristo Amarrado en procesión.

Finalizada la Semana Santa el Cristo es trasladado de nuevo a la Parroquia Mayor de Santiago donde permanece hasta el segundo domingo de mayor realizándose el domingo anterior la ofrenda de flores y la semana previa el solemne quinario. Dicho domingo de Romería, tras la misa, con las primeras luces del alba el “Cristo de los Jumillanos” abandona el municipio en un ambiente festivo, familiar, de alegre jolgorio pero también de despedida, pues el “Patrón” de jumilla no regresará hasta que la próxima primavera nos traiga un nuevo Domingo de Ramos…

Lorenzo Tomás Gabarrón
Doctor Arquitecto
Historiador del Arte
Hermano de la Cofradía del Cristo Amarrado a la Columna desde 1980

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