El conjuro. Real Basílica de la Vera Cruz. Caravaca de la Cruz

Es una breve ceremonia religiosa que se celebra en la denominada “Capilla de los Conjuros”, situada en la planta superior de la Real Basílica de la Vera Cruz, en Caravaca, desde la cual se accede al “Conjuratorio”, o deambulatorio que rodea la bóveda del templo, abierto a los cuatro puntos cardinales.

A la Vera Cruz de Caravaca se la ha invocado secularmente, en España y también en América Central y del Sur (a donde llevaron su conocimiento, devoción y culto los misioneros jesuitas y franciscanos durante la evangelización del Nuevo Mundo), contra las plagas y elementos naturales incontrolados, ante los cuales nada puede hacer el hombre (incendios, terremotos, tempestades etc.). Caravaca es la capital de una comarca (la Comarca Noroeste de la región de Murcia), cuya economía se ha basado tradicionalmente en la agricultura y en la ganadería.

La Santísima y Vera Cruz expuesta antes de impartir la bendición
©Pedro Ant. López

Cada año, durante la época de floración, crecimiento, maduración y recolección de los frutos de la tierra, al menos desde el S. XVI, a las seis de la mañana (desde el 1 de abril hasta el 30 de septiembre), y a las seis de la tarde (durante todo el mes de abril), se celebraba la ceremonia del CONJURO desde la capilla, o desde el Conjuratorio (dependiendo de las condiciones meteorológicas), que no es sino una BENDICIÓN DEL HORIZONTE CARAVAQUEÑO (los cuatro puntos cardinales), CON LA RELIQUIA DE LA VERA CRUZ, que imparte el sacerdote oficiante mientras recita la oración que dice: ECCE LIGNUM CRUCIS. FÚGITE PARTES ADVERSAE. VICIT LEO DE TRIBU JUDA. RADIX DAVID. ALELUYA (He aquí el Leño de la Cruz. Huid enemigos adversos. Vence el león de la Tribu de Judá, de la raíz de David. Aleluya). La bendición se realiza a los cuatro puntos cardinales, bien por las ventanas de la capilla, o bien desde el Conjuratorio, según las condiciones climatológicas, como he dicho.

También se celebraba el Conjuro en ocasiones concretas del año natural, cuando las tormentas amenazaban por el horizonte, ya que, insisto, estas tormentas, sobre todo si se presentaban cargadas de granizo, podían diezmar las cosechas de cereales, o las destrozaban, con lo que la población se veía abocada a la hambruna ese año (en tiempos en que no había ayudas, ni seguros como ahora).

Existen documentos alusivos a la celebración del Conjuro (durante la época ordinaria ya referida), desde el S. XVI. Y son muy abundantes, en los archivos de protocolos notariales, a lo largo de los siglos XVII y XVIII, mandas testamentarias para gratificar económicamente a los sacerdotes que, cuando se preveían tormentas, subían al Castillo a celebrar la ceremonia del Conjuro.

Durante la celebración del Conjuro, tañe ininterrumpidamente la campana del Castillo (o Campana de los Conjuros, en cuyo vaso va grabada la oración en latín ya mencionada). Las gentes, desde sus domicilios en la ciudad, al escuchar el sonido de la campana, se unen a la celebración con el rezo de la oración del “Credo”. Esta costumbre ha pasado de generación en generación por vía oral, estando en vigor en la actualidad en ciertos sectores de la sociedad local, hasta donde llega el sonido de dicha campana, ya que el habitual ruido ambiente no deja escuchar este sonido, al menos por las tardes, siendo percibido perfectamente, en cambio por las mañanas.

Cuando el autor de los planos de la Real Basílica de Caravaca (el arquitecto carmelita Fr. Alberto de la Madre de Dios) en 1617, diseñó el edificio, ya concibió la construcción de la Capilla y el Conjuratorio, por encargo del Concejo local, patrón del mismo, con el fin de no interrumpir una tradición antigua (bajo medieval), que se llevaba a cabo desde la Torre de la Cruz, en la antigua fortaleza, transformada a partir de 1617 en la actual Real Basílica, cuya construcción concluyó en 1703, inaugurándose el 3 de mayo de este dicho año.

Momento de la bendición a la Región
ante la pandemia del coronavirus
© Pedro Ant. López

El toque del Conjuro en su celebración habitual, ha sido un referente para muchas cosas en la vida local tradicional, hasta que dejó de celebrarse tras la partida de la ciudad de la comunidad de Padres Misioneros Claretianos, que cuidaba del culto a la Vera Cruz, en los años sesenta del pasado siglo. A pesar de no celebrarse ya la ceremonia, la campana del Castillo sigue sonando a las 6 de la mañana y a las seis de la tarde durante el período habitual de su celebración (como se ha dicho antes durante todo el mes de abril a las 6 de la mañana y de la tarde, y desde el 1 de abril al 30 de septiembre a las 6 de la mañana).

El Conjuro, palabra que en la actualidad se asocia a prácticas esotéricas, nada tiene que ver con la magia ni con el curanderismo, sino que es una oración a la Divinidad, por medio de la reliquia de la Santa Cruz, para que proteja a las gentes y también a los frutos de la tierra contra las calamidades naturales.

El Conjuro no es ceremonia exclusiva de Caravaca. Se celebraba con presencia de reliquias e imágenes en otros lugares de la Región, y también desde la torre de la Catedral de Murcia en tiempos pasados, perdidos ya en la memoria de las gentes de nuestra generación. En Caravaca es el único lugar donde se ha conservado la tradición, reconvertida en la actualidad en lo que se denomina “Bendición de la Naturaleza”, un día no fijo, de la primavera y del otoño; y cada cinco de mayo y 14 de septiembre, al concluir las Fiestas Patronales, en el primer caso; y tras la procesión alrededor del Castillo en el segundo.

José Antonio Melgares Guerrero
Cronista Oficial de la región de Murcia

                                              

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