Si de algo sabemos en esta región es de Consuelo. Nunca nos falta la Fe y nunca nos doblegamos ante nada que no sean nuestras devociones.
En la Región de Murcia tenemos grandes focos devocionales. Cada una por un, digamos, extremo meridional de nuestra región. Desde las altas tierras del Noroeste murciano, donde la Santísima y Vera Cruz de Caravaca es protectora de aquellas frías tierras hasta la costa más resplandeciente y colorida que, en la Virgen del Carmen, encuentra el consuelo al alba de cada día cuando los pescadores se encomiendan a la Estrella de los Mares.

Murcia es tierra de adoración a la Cruz. No necesitamos esperar que acabe el verano y llegue septiembre. Nosotros, los murcianos, entendemos el misterio de la Cruz tras la Pasión, Muerte y Resurrección; y además la entendemos de dos formas bien diferenciadas. Por un lado, la entendemos y la veneramos sin el cuerpo del Redentor. Hacemos de la Cruz símbolo glorioso de la Resurrección de Cristo. Caravaca, Abanilla o Ulea- fíjense ustedes que, hasta en el inexpugnable Valle de Ricote, la Cruz está en la vida de los habitantes- La Cruz como legado Santiaguista e íntimamente ligada a las fiestas de Moros y Cristianos es venerada y custodiada en recuerdo de tiempos de milagros y asedios insoportables. La Cruz también es flor y vida que renace cuando el mes de abril toca a su fin y en la huerta una nueva vida comienza a brotar. La Huerta Murciana, a la que escribiera Luis Fernández Ardavín en su inolvidable zarzuela de La Parranda, es la que se llena de cruces florales y ancestrales cantos para, de esta forma, anunciar por los carriles de la huerta que mayo ya llega y que con él María llenara, de nuevo, los corazones de todos y cada uno de los murcianos que sienten suya la huerta y que de sol a sol la cuidan y la acarician como si un bebe fuera.

El Santo Cristo en su visita a Murcia en 2017
#MagnaMurcia
Si Murcia llena las cruces de flores en sus tradicionales mayos, las flores son las que la tarde del tres de mayo caen del cielo para honrar a la Gloria Bendita del ciezano. Las voces se alzan, las manos se extienden y los últimos compases de una Semana Santa que ya quedó lejana, se hacen presentes en las calles de Cieza cada tres de mayo. Cieza con su Cristo del Consuelo; Cieza de rojo y oro se decora para acunar a su Misterioso Imán cuando al caer la tarde se torna su paso en pasodoble y el pueblo estalla al unísono en un himno que desde el niño hasta al anciano se saben y llevan implícitos en lo más profundo de su ser. Cieza es Santo Cristo y Santo Cristo es Cieza. Un binomio indisociable por los siglos de los siglos.
Como vemos, esta nuestra región es una región donde el misterio de la Cruz puede sobrevivir a todo lo que venga. La Cruz protectora cohabita junto a nosotros desde que el sol se alza por las verdes praderas del noroeste hasta que duerme en el dulce vaivén de los barcos pesqueros.
Murcia de Consuelo, de Mayos, de Templete, de Mahoya, de Valle de Ricote y siempre de Cruz Redentora. De la Bendita Cruz, y con permiso del resto, de la Cruz Bendita de Caravaca.
‘’Santísima Cruz! Cruz bendita, Cruz gloriosa, Madre del mundo cristiano, ’’ del Parlamento entre Moros y Cristianos de Caravaca de la Cruz.
José María Cámara