El negro en las imágenes sacras hunde sus raíces en el S.XVI
José Mª Cámara Salmerón – Fotógrafo y cofrade ciezano
¿Para que surgen las imágenes de madera, mármol o piedra? ¿Qué sentido tiene representar una deidad de una manera u otra? Y lo que es más importante: ¿Por qué nos sentimos tan reflejados en los iconos devocionales?
Llevamos meses difíciles, duros, por decirlo de alguna manera; y, por supuesto, nuestras cofradías no le han dado la espalda a la sociedad. Muchas de ellas han desarrollado una importante labor caritativa, e incluso de acompañamiento en los duros momentos que el demonio chino, como yo llamo a lo que ronda, como diría mi abuela, nos ha dejado estos largos meses.

A la importante labor asistencial y caritativa de nuestras cofradías, se une la vuelta al fin principal de la imaginería, o la talla de deidades en diferentes materiales. Nuestras imágenes han vuelto a cumplir la función, si alguna vez dejaron de hacerlo, para la que fueron concebidas en origen; un origen que se remontan al Románico
(S.X -S.XIII) cuando la lectura y el acceso al conocimiento solo estaba al alcance de los nobles o del clero. Recordemos los famosos scriptorium y el gran trabajo de transcripción que los monasterios realizaron en tiempos donde la analfabetización de la sociedad era muy elevada. Es en esos momentos cuando podemos decir que la arquitectura se pone al servicio de Dios. Es ahí cuando, a través del trabajo de diferentes materiales, la iglesia se acerca al fiel y le da a comprender un mensaje que conecta directamente con él: el de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Un mensaje que, para que impactara, se rodeó de animales fantásticos, escenas de la vida cotidiana o motivos florales, vegetales y geométricos, entre otros. Referente a lo anteriormente dicho, sirvan de grandes ejemplos el Claustro del Monasterio de Santo Domingo de Silos (S.XI-XII) o el Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela (S.XII) En nuestra Diócesis no hay mejor ejemplo de lo que cuento que la magnífica fachada que en el S. XVIII le sirvió a Jaime Bort y al Cardenal Belluga para mostrar, por un lado el poder de la iglesia a través de la construcción de este importante monumento, y por otro lado, la vigencia y necesidad de ser cristiano y de entender el mensaje que esta religión transmitía.
Hoy, tres siglos después, las imágenes han vuelto a reflejar el dolor de sus devotos. Hoy las imágenes, pese a incurrir en errores teológico e iconográficos, han vuelto a mandar el mensaje de la iglesia, que, como no podía ser de otra forma, vuelve a ponerse del lado del pueblo que la sigue y constituye.
El negro, por encima de todo, seria, quizás, el sustitutivo de la piedra en el Románico, pese a que en la liturgia queda relegado a un papel casi testimonial desde el Concilio Vaticano II , en post del morado. Pese a lo señalado anteriormente las imágenes sacras sí que recurren a él para evidenciar la pena y el dolor.

El negro en las imágenes sacras hunde sus raíces en el S.XVI, cuando en la Corte de Isabel de Valois, se da origen al prototipo de Soledad Española, una Soledad vestida de negra y con toca blanca, a imagen y semejanza del modelo que Gaspar Becerra realizó para Reina Isabel de Valois. Al hilo de esto, el Historiador del Arte José León afirmaba en recientes fechas:
‘’ El luto cortesano fue la fórmula idónea para vestir a la Mater Dolorosa de forma sencilla y lúgubre al mismo tiempo que se evidenciaba su realeza. La donación del vestido de luto de Doña María de la Cueva, camarera de Isabel de Valois, a la Virgen de la Soledad en 1560 ha servido para que la Historia explique la indumentaria de las dolorosas desde el siglo XVI hasta bien entrado el siglo XIX, sin renunciar a las aportaciones estéticas obvias de cada época. Aquel hábito fue consustancial al propio origen de la dolorosa vestidera’’

De manera más reciente, debemos recurrir al uso del luto en una de las devociones más universales que se conocen dentro del mundo de las cofradías: La Esperanza Macarena. Es la Macarena una devoción que, con motivo de la muerte de uno de sus benefactores: El torero Joselito, El Gallo, aparece de riguroso luto, huyendo del uso de la toca y recurriendo más a modelos victorianos. Este episodio, ocurrido el 9 de junio de 1920, evidencia, de nuevo, el uso del negro como acercamiento de las grandes devociones al pueblo. No olvidemos que la figura del torero está íntimamente ligada a la de la cultura andaluza. El torero es el fiel reflejo del ciudadano andaluz del S. XX que busca en este trabajo el reconocimiento de la sociedad, y por otro lado, la huida del campo. Tal como asevera el periodista y escritor Antonio Burgos en su libro ‘’ Andalucía ¿tercer mundo?’’, publicado en1976. Aquella imagen de la Macarena se ha convertido en un icono del luto en las imágenes devocionales. Imagen que en estos tiempos, como ahora veremos, ha influenciado la manera de presentar a algunas de las dolorosas más devocionales de Andalucía.
No me cabe la menor duda que el COVID-19 está suponiendo otro hito en cuanto al atavió de las imágenes devocionales, y es que, un siglo después de aquel reflejo de la sociedad andaluza a través de la Macarena, la otra Esperanza, la de Málaga, ha aparecido de la misma manera que el icono de San Gil el 9 de junio, pero con un siglo de diferencia. La Esperanza Malagueña ha sido, quizás, el icono devocional, que de mayor manera ha reflejado el sentir de la sociedad actual. La Esperanza es, muy probablemente, el mayor icono devocional de la ciudad portuaria de la Costa del Sol.
Nuestras cofradías murcianas, por supuesto, tampoco han querido ser ajenas a ese dolor que la sociedad vive en estos momentos. Las grandes devociones murcianas han aparecido ataviadas durante otros meses de negro, como es el caso de la Virgen del Rosario de la Cofradía California de Cartagena, la Virgen del Olvido de Murcia, o el Medinaceli de Cieza. Además, otras imágenes han recurrido al uso de crespones negros o cuentas de rosario negras, tales la Dolorosa de San Lorenzo de Murcia, La Virgen de Gracia de San Juan de Dios , la Virgen Gloriosa de la Cofradía del Resucitado y, por supuesto, la Dolorosa de Dolorosas, la de la Cofradía de Jesús. Otras imágenes, sin embargo, han rehuido del negro para presentarse de morado, color litúrgico que anuncia penitencia, rezos y mortificación; usando este color la Virgen del Rosario de Caravaca y la Virgen de la Fuensanta de Murcia.
Como ven, la historia se repite. De nuevo las imágenes se convierten en reflejo de la sociedad que las venera y les pide protección.
Hoy la iglesia, a través de sus imágenes devocionales, está al lado de los que sufren esta terrible pandemia.
BIBLIOGRAFÍA
Para la realización de este artículo se ha consultado el libro Imago Mariae, el arte de Vestir Vírgenes, de J. Ignacio Sánchez Rico, Antonio Bejarano y Jesús Romanov; Historia del Arte de J.R. Triadó Tur, M. Pendás García y X. Triadó Subirana; Andalucía, ¿Tercer mundo? de Antonio Burgos y el perfil en Twitter de José de León (@Jose_de_leon)
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